Todos los días, el jugo de naranja marca el inicio. No puede ser el vaso más dichoso con ese amanecer que lo colma por dentro y lo convierte en astro. Deja que te despierte en los labios, que recorra tu cuerpo con una brisa fresa, amarilla. El ácido disuelve los temores; su luz madura alivia las heridas. En la mesa del desayuno se signa el día para que avances por él como la sombra plácida que camina sobre un reloj de sol.
Los paraguas fueron hechos para ser olvidados; en la butaca de un cine, en la casa de un amigo, en la oficina de un notario, en el asiento de un camión, cumplen su riguroso destino. Caballeros como son, saben quedarse solo y servir, con la misma prestancia y cordialidad, a su nuevo dueño. Pero bajo la lluvia, dejan salir un discreto y silencioso llanto que se confunde con el aguacero, y despliegan ampliamente su tristeza sobre las calles de la ciudad.
Te cepillas los sueños; te enjabonas el miedo; te tallas bien la ausencia sobre todo en algunas partes de tu cuerpo; te secas el olvido; peinas la confusión; te rasuras el tiempo; repartes ansiedades de fragancia en tu cuello; te pones la alegría sobre los hombros: combina bien con la melancolía. En los labios un poco de violencia, una sombra en la sombra de los párpados, un entusiasmo tenue en las mejillas y sales de tu casa dispuesta a compartir tu soledad.
A lápiz dibujas los paisajes que después podrás borrar, escribes los asuntos que no son definitivos. El grafito es modesto, sabe que puede estar equivocado, está siempre dispuesto a desdecirse. Su templanza lo lleva a corregir con suavidad, a tachar con prudencia. Es un objeto pobre, pero tiene en su cuerpo que se va gastando, la sabiduría del tiempo, y en su extremo de goma, la fuerza del olvido. Cuánto te ha enseñado este viejo compañero de la infancia. Lo miras empequeñecido de tanto sacapuntas y admiras su espíritu virtuoso, ajeno a la soberbia de la letra impresa.
Hoy es tu cumpleaños. Eso quiere decir que eres un año más viejo que ayer; 365 días más antiguo que hace 24 horas, cuando todavía eras joven, de la misma edad, digamos que hace dos minutos. A partir de hoy tendrás los mismos años durante un año, pero la cifra que alcanzarás te convertirá ese día -cosa de un segundo- en una década más viejo. ¿No es absurdo -te preguntas- que te hayan regalado de cumpleaños, un reloj?
Una nube de leche aclara el café, pero su blanco afán no basta; aunque insistes en mezclarlos con la cucharilla, el peso de los sedimentos busca el fondo, el origen, su identidad de saldo negro. Si no fuera por esa terquedad del pasado oscuro que se niega a desaparecer, ¿qué relieves, qué sombras, qué abismos o qué cimas encontrarían las gitanas en tu taza? ¿Tu vida se evaporaría al fin, superflua y leve, tibia y descolorida como el trago que llevas a tu boca?
Esta ha sido una lectura selecta del libro titulado:
Textos adaptados a Scrollytelling, diseño y generación de imágenes por el ilustrador: Yazz Casillas